La única e inigualable manteca colora ecijana resurge de las cenizas

La única e inigualable manteca colora ecijana resurge de las cenizas

Diez años llevan cerrados los populares ultramarinos «Casa Cruz» y rara es la semana en que algún vecino no para por la calle a Adolfo Cruz o Mati Muñoz para comentarles cuánto echan de menos su manteca colorá, la desaparecida reina de los desayunos ecijanos.

Desde esta semana la respuesta sólo puede ser una: la manteca colorá Casa Cruz con su receta tradicional, incluido ese secreto que no se confiesa y que la hace única, vuelve a venderse en la ciudad; será en el número 11 de la Plaza de Abastos de Écija y tras el mostrador estará Moisés Cruz, el benjamín de la familia.

La célebre manteca llega a la tercera generación de los Cruz, pues, como recuerda Adolfo, el padre de Moisés, su historia comienza cuando andando los años 50 llega al colmado de los Cruz un bloque de manteca rojiza un tanto insulsa, y la madre de Adolfo, Carmela, muy buena cocinera, la sazona y condimenta hasta darle empaque.

«Más tarde sería mi madre Mati la que aprendió a hacer la manteca colorá de mi abuela, y con los años le fue dando su toque personal, mejorando su sabor y olor hasta llegar a la receta que vendemos hoy», narra Moisés.

Mati y Adolfo continuarían elaborándola y vendiéndola a granel -incluso por barreños- o en tarrina hasta el cierre de los coloniales en 2005, después de 55 años de trabajo en el número 4 de la calle Almenillas, donde hoy se ubica una zapatería que curiosamente conserva el toldo original, de manera que en su cara interior aún puede leerse «Hermanos Cruz».

Moisés muestra su emoción por continuar con el legado familiar y que la famosa manteca siga vinculada al nombre de Cruz. Tal nivel de adhesión ha generado este producto que son varios los que han intentado comprar la receta original o han sugerido fabricarla en su nombre. Pero la de Cruz es reconocible por los paladares amigos, siempre fieles, hasta el punto de que algunos vecinos aseguran al matrimonio que no han vuelto a comer manteca colorá desde que cerró su tienda.

De madre a hijo

A elaborarla ha aprendido Moisés gracias a su madre, y confiesa que se siente más seguro si al meterse entre fogones tiene a Mati cerca. La receta es la de siempre, incluso con los mismos proveedores: manteca ibérica, hígado de cerdo ibérico, pimentón, especias naturales y sal. «Nada de estabilizantes, conservantes o edulcorantes», apunta Adolfo; y, por supuesto, con ese toque secreto «que no se dice y que es como el avecrem», añade Mati.

«La receta no se la decimos ni a Sanidad», bromea el benjamín, quien venderá la manteca con su asadura en envases aptos para microondas de 250 y 500 gramos. Por el momento cocina 20 kilos de asadura a la semana, aún lejos de los 80 o 100 que podía hacer Mati décadas atrás.

Moisés confiesa que no se imaginaba alargando la vida de la manteca colorá y reconoce que el apoyo de sus padres y sus tres hermanos, con quienes ha compartido todo, ha sido decisivo. «La verdad es que cuando era pequeño y llegaba del colegio me tapaba la nariz para no oler la manteca que hacía mi madre» reconoce, pero, ahora, «siento que la vida me ha ido llevando hasta aquí y la verdad es que cuanto más avanzo más me gusta. Ya no hay vuelta atrás», subraya.

Mati y Adolfo se sienten orgullosos de que uno de sus hijos recupere su manjar y responden a su ilusión con todo su apoyo, asegurando que la manteca «le sale perfectamente».

«El ojo es lo que mejor funciona para elaborar correctamente la receta, viendo lo que necesita sobre la marcha; eso es lo más difícil y lo que estoy aprendiendo poco a poco», explica Moisés.

Si se les pregunta sobre cómo comer la manteca colorá no titubean: untada en el mollete ecijano, una institución del desayuno, aunque también se deguste en meriendas e incluso cenas. Es también un clásico de celebraciones cuando avanza la fiesta, incluida la madrugada de Nochevieja.

Fuente: sevilla.abc.es

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